A mis estimados lectores: este artículo no va contra el esoterismo, la parapsicología, la ufología o ninguna de las llamadas ciencias ocultas, sino contra los que, con total falta de escrúpulos, se erigen en profetas de la Nueva Era (falsos, por supuesto) y se enriquecen divulgando novedades esotéricas, fechas de grandes acontecimientos, remedios mágicos para todo tipo de dolencias y problemas, proporcionados por entidades extraterrenas o por entes espirituales, quienes, además, les adelantan fechas de grandes acontecimientos, que afortunadamente para la humanidad, no se suelen cumplir.
Pronosticar catástrofes naturales está hoy día al alcance de meteorólogos, científicos expertos en estos campos, e incluso del común de los mortales, dada la realidad del cambio climático, que los negacionistas se empeñan en soslayar, pese a las evidencias y realidades cada vez más sangrantes.
Pero jugar con la credulidad humana, recurriendo a técnicas publicitarias basadas en la manipulación de masas, en la percepción subliminal, en la creación de necesidades inconscientes, en supuestos “conocimientos secretos”, no constituye la mejor forma de ayudar a nuestros semejantes, al menos cuando el ansia de enriquecimiento fácil traspasa las fronteras de la ética y de la veracidad, asentándose en bases tan maquiavélicas como el famoso principio rector del “fin justifica los medios”.
Así pues, debe quedar claro que una cosa es poseer conocimientos profundos relacionados con las llamadas ciencias esotéricas (escuelas esotéricas) usados en pro de la humanidad (Pitágoras, por ejemplo) y otra muy distinta la pura charlatanería, el aprovecharse de las personas necesitadas de ayuda ofertando remedios “infalibles” o conocimientos superiores, que lo único que aportan son beneficios económicos a sus falsos gurús.
Espero que el presente artículo resulte de vuestro agrado.
Los ángeles aparecen con frecuencia en la historia humana (es.vecteezy.com).
Confieso que he vivido. Confieso que no he vivido lo suficiente como para salir de mi asombro por tantos y tan novedosos sucesos que acaecen a lo largo y ancho de nuestra vieja piel de toro. Que abran la boca sino los innúmeros especímenes exóticos que pueblan nuestra geografía.
Oigamos al último profeta valenciano. “El día 31 de septiembre (hace ya varios años) nuestro pueblo será destruido por un terremoto”. Y he aquí a los cuarenta principales seguir sus pasos y abandonar a todo escape la desahuciada localidad, en breve presa de la tragedia.
Nuestro augur debió sentirse la reencarnación del profeta Jonás anunciando la destrucción de Nínive. Pero ni siquiera tuvo la deferencia del bíblico personaje, porque éste les concedió de margen cuarenta días para que se lo pensasen bien. Y acabaron vistiéndose de saco y ceniza, gracias a lo cual salvaron el pellejo.
Nuestro aprendiz de vate anunció el cataclismo con tan estrecho margen horario, que la susodicha calamidad se vio en la impotencia de llegar a tiempo, y en su lugar envió una tormentilla corriente para que nuestro mensajero mariano no bordease el ridículo en su grado máximo.
Otros catastrofistas se le habían adelantado antes. Ya en 1983 Boris Kristoff anunciaba a bombo y platillo la gran debacle, y esta vez de manos de un astrólogo quien “humildemente” se consideraba a sí mismo un nuevo Cristo o mensajero, dada la similitud de su apellido con el nombre del Redentor. Por supuesto, nada de tal acaeció.
Boris Kristoff. Su anuncio del fin del mundo no se cumplió (deezer.com).
Lo mismo le sucedió a Rusell, fundador de los Testigos de Jehová; Maurice Chatelain lo situaba en 1982; Lizondo, en 1986 y Charles Berlitz, en 1999.
Desgraciadamente, catastrofistas hay tantos, que si nuestros augures no hacen diana en una desgracia importante, les queda el consuelo de encontrarse por el camino con otra de segundo rango.
Hasta Siragusa, interesado por los otoños calientes, nos tenía predicho el final de los tiempos para la vuelta de vacaciones del año 1991 (loado sea Dios, que dio carpetazo al asunto).
Eugenio Siragusa divulgó por todo el mundo su labor ufológica y se consideró un contactado. Gozó de gran fama (buscalibre.com).
Y consecuente con su mensaje, tanto él como sus seguidores se afanaron en construir a toda prisa refugios seguros en los sótanos de sus casas, en la idea de que cuando los demás fuéramos pasto de buitres, aparecerían alienígenas amigos suyos a sacar de sus escondrijos a lo más florido del planeta, milagrosamente salvados de las llamas por obra y gracia de su pertenencia al grupo de elegidos, puesto que todos los que no creyesen en sus vaticinios serían, cuando menos, pobres insensatos.
Claro que todos no podían creer en su mensaje, porque los elegidos son sólo ciento cuarenta y cuatro mil y los seres humanos que pueblan este Valle de Lágrimas ascendemos a la nada despreciable cifra de más de 8000 millones de almas en pena.
Y yo me pregunto: ¿Dónde monto mi refugio si solo dispongo de un piso normal y corriente? No creo que mis vecinos estén dispuestos a inutilizar el garaje para tal cometido.
La nave MIR no quiso caer sobre París el 11 de agosto para desautorizar al modisto Paco Rabane. El destino sólo lo tejen las Parcas. Llevan muchos años en el oficio, y no admiten competencia.
La nave MIR cayó sobre el Océano Pacífico en 2001, tras varios años funcionando como estación espacial rusa, después de haber albergado en ella a astronautas y cosmonautas (es.cito.espace.com)
Claro que el citado modisto, por si daba en la diana, se apresuró a presentar su colección de moda con tiempo suficiente, a fin de poder pagar con creces a los amigos extraterrestres que lo llevarían a un lugar seguro, desde donde poder contemplar el magnífico espectáculo de la nueva Roma ardiendo en llamas, mientras él, con aires de inspirado vate, entonaría una elegía a la fragilidad humana.
“En aquellos días vendrán muchos en mi nombre diciendo: Soy yo y El tiempo ha llegado. No los sigáis”.
¡Vaya si han aparecido falsos profetas, Cristos duplicados, San Juanes Evangelistas repetidos, más de un Elías, padres de la Encarnación de Jesús y varios santos encarnados!
Y todos organizan su grupo de Apóstoles. Y todos tienen razón. Y todos son los verdaderos.
La Última Cena, obra de Leonardo da Vinci, s. XVI (es.wikipedia.org).
Al valenciano Leonardo le dijeron sus promotores que él era Jesús, y a sus muchos años se lo creyó tan al pie de la letra, que fue de curandero por esos mundos de Dios, convencido de que él era el soporte físico de la segunda Persona de la Santísima Trinidad. Y tuvo su corte apostólica, al igual que otros personajes no menos llamativos.
Contaba con un notable grupo de seguidores, que, sedientos de milagros, buscaban remedio a sus cuitas, y si fuera posible, liberarse de paso de las llamas infernales sin grandes esfuerzos por su parte.
¡Cuántos Mesías surcaron el fin del segundo milenio y corrieron presurosos hacia el inicio del siguiente! Vamos a tener que recurrir a la prueba de Dios para dar con el verdadero, pues a simple vista todos parecen interesantes.
Y no es que no tengan su lado positivo, que ayudar a la gente en estos tiempos, harto meritorio es. ¡Líbreme Dios de mostrarme desconsiderado con tal faceta benéfica!
Pero sí despierta mi curiosidad el hecho de que proliferen tantos Cristos, Jesuses y docenas apostólicas, porque digo yo que si un día vengo a dar con la clave de los milagros, deberé creerme también un nuevo Mesías, so pena de quedar anticuado.
Vamos, que hoy aparecen apóstoles por doquier. A este paso, disfrazarse de tal constituirá un negocio poco rentable.
Pero a Leonardo le salieron competidores. Resulta que en Madrid surgieron nada menos que los padres de la Encarnación de Jesús. ¡Vaya lío! Un Jesús entrevistado por maliciosos periodistas en su momento.
El ya aspirante a Mesías no tenía desperdicio. El tiempo se encargó de aguarle su brillante futuro. ¿Quién será capaz de poner freno a la creatividad humana?
A otro amigo mío a punto estuvieron de convertirlo en San Juan de la Cruz si no hubiese llegado a tiempo de susurrarle al oído que ya se le había adelantado nuestro genial Dalí. No en vano se creía la reencarnación del más grande místico español, y hasta recordaba sus días de convento.
Tal vez para desquitarse de tanta privación pasada, se rodeó de lujo, placeres, pecadillos veniales y carnales y ciertos aires de grandeza, que podía permitirse en nombre de su singular genialidad.
En todos los retablos aparecen los ángeles. Y tampoco aquí podían faltar. Ahí están en primer plano los de Paiporta. Dichos ángeles vienen a recordarnos una vez más que el mundo se acaba. Ya se anunció lo mismo al finalizar el milenio anterior.
Los ángeles de Paiporta. Esta historia comienza en 1974, pero sus predicciones no se han cumplido, como suele suceder (voox.com).
Desgraciadamente, Paiporta es actualmente noticia por las desastrosas inundaciones que han arrasado el pueblo y segado la vida de numerosos vecinos. Toda nuestra solidaridad con ellos y con todos cuantos han sufrido las consecuencias de tamaña catástrofe.
El jefe del coro angélico que se aparecía a nuestros amigos no acaba de sonarnos: Samahel. Pero no importa. Es que hasta ciertos ángeles y arcángeles nos desconciertan en estos tiempos tan extraños: San Miguel se ha aparecido, según testigos, en pantalones vaqueros. ¡Algún truco publicitario de la casa LOYS!
Samahel debía conocer las periódicas encuestas del Ministerio de Educación, que vienen corroborando el escaso espíritu lector de los españoles. Por eso decidió aportar su granito de arena y dictó a sus interlocutores un libro de sólo dos mil páginas. ¡No quieres caldo, pues toma: tres tazas!
Algo así como La introducción al estudio del elefante, de autor alemán, que dejó en mil páginas por no extenderse demasiado.
El mencionado librito de bolsillo angélico contiene un poco de todo: profecías, instrucciones para salvarnos de la quema el día señalado, explicaciones, la historia de la Creación y puede que el horóscopo de cada día hasta el final del presente 3milenio.
Cierto es que los ángeles han descendido a la Tierra en más de una ocasión para anunciar los designios de Dios. Pero en Paiporta se lo tomaron muy en serio, y anunciaron catástrofes sin cuento.
Infortunadamente, el tiempo les ha dado la razón. En escasos años nos han visitado epidemias temibles: 2005, la gripe aviar; 2010: la gripe A, que se llevó por delante medio millón de vidas humanas; en 2014, el virus del Zika infectó a varios millones de personas. Miles de bebés nacieron con microcefalia.
Y entre 2019-2020, el COVID-19 se ha convertido en un auténtico asesino en serie, especialmente entre la población de avanzada edad. Hasta el presente ha segado la vida de un cuarto de millón de hijos de Eva oficialmente (cifras políticas, frente a las reales, que nunca conoceremos, pero indudablemente muy superiores), y no parece hallarse aún satisfecho.
El COVID_19, auténtica catástrofe para la humanidad, aún sigue entre nosotros, aunque menos virulento (who.int/es).
Este maléfico intruso sí merece el calificativo de “bestia bíblica” y ha puesto en jaque a toda la humanidad, recordándonos los trágicos períodos históricos pasados de peste en sus diferentes variantes, especialmente la peste negra medieval y sus mortíferas secuelas, que arrasó Occidente, llevando tras de sí hasta el 50% de habitantes en determinadas ciudades.
Nunca antes habíamos sentido en nuestras avanzadas sociedades actuales tanto temor, tanta angustia y tanta sensación de impotencia frente a un enemigo desconocido y oculto, capaz de colapsar nuestros hospitales y nuestras UCIs, de sembrar de cadáveres nuestros suelos patrios, de acumular miles de ataúdes en centros no destinados a tal fin, de sobrepasar la capacidad de nuestros cementerios.
Nos ha despertado de nuestros sueños de grandeza. Creíamos que nuestra milagrosa tecnología nos ponía a salvo de tan dramáticos acontecimientos, relegados a la categoría de meros filmes de ciencia-ficción. Seguimos siendo “frágiles cañas azotadas por el viento”. Es el momento de la ciencia con conciencia, de tomarnos en serio la defensa de nuestro entorno natural, porque significa nuestra propia supervivencia.
Todos estos “contactados” nos recuerdan que el diablo ha vuelto a la Tierra. En realidad, nunca se ha ausentado de ella, adoptando la figura de catástrofes, hambrunas, pestes, guerras, terrorismo, huracanes, paro, enfermedades, odios, venganzas, genocidios, violaciones masivas y otros cientos de maléficos rostros.
Según dichos ángeles, el tiempo se agota. Si no damos un golpe de timón a tiempo y no cesamos en nuestra vesánica destrucción de la Naturaleza, quizá no les falte razón. Los polos se deshielan, el agujero de ozono pone en riesgo nuestra salud, millones de seres humanos huyen de sus países en guerras y viven en condiciones infrahumanas en campamentos de refugiados o buscan un futuro mejor en Occidente, que a veces deviene en un nuevo esclavismo. Una gran parte de la humanidad convive con la pobreza, la explotación, las violaciones criminales, el paro, la delincuencia…
Resulta llamativo que los celestes mensajeros de Paiporta dicten un mamotreto de dos mil páginas, contenido ciertamente voluminoso, pero a la vez conminen a sus pupilos a no mostrarlo hasta que desciendan de nuevo a la Tierra. ¿Y si sus múltiples ocupaciones se lo impiden?
Además, en breve aparecerán Enoc y Elías, junto con los “Doce Varones”, según ellos. Los chicos de Paiporta son cuatro de ellos, naturalmente. Vosotros podéis optar a cualquiera de las ocho plazas restantes por cubrir.
No quisiera acabar este artículo sin llamar vuestra atención sobre un nuevo producto del ingenio humano, en su eterna búsqueda del dinero fácil: peluquerías quirománticas, donde al tiempo que le cortan al cliente el pelo, peluqueros “expertos” leerán sus manos y le “adivinarán” el futuro, al tiempo que aligerarán su bolsillo. ¡Dos formas en una de tomarle el pelo!
La casa puede ser nuestra auténtica máquina de la felicidad. De nosotros depende (elnoroestedigital.com).
Otros le expondrán los resultados infalibles de las “máquinas de la felicidad”, cartas y viajes astrales, experiencias místicas, sesiones de ouija, potenciamientos y guías espirituales, desarrollo del tercer ojo, recetas mágicas, hechizos, músicas ultraterrenas, dietas energetizadas, aguas milagrosas, mensajes mesiánicos, imposiciones de manos, claves esotéricas, panaceas medicinales, exorcismos, cursillos y seminarios sobre la Nueva Era, y todo ello a precios módicos, que pueden oscilar entre 200 y 500 euros, incluyendo además excursiones campestres, donde podréis aspirar prana a placer (esto último, cortesía de la casa), siempre y cuando la omnipresente contaminación no haya extendido sus tentáculos hasta el lugar elegido.
Viaje astral (www.google.com)
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