1. HIPERACTIVIDAD
La hiperactividad se manifiesta como un trastorno de conducta, caracterizado por falta de control para responder a situaciones que requieren actividad organizada, atención, resistencia a la fatiga y control de respuestas impulsivas.
Síntomas
Los especialistas en el tema coinciden en señalar ciertas características comunes a dicho trastorno del comportamiento:
- Actividad motriz excesiva: el niño siempre está en movimiento (corre, salta, se lleva por delante cuanto encuentra a su paso). Raramente está tranquilo.
- Impulsividad: se mueve de acuerdo con el estímulo del momento, sin prever las consecuencias.
- Déficit de atención: se suele decir de él que «siempre está en las nubes», ausente de la realidad. Le distrae cuanto le rodea, y generalmente se centra más en los detalles secundarios que en los puntos esenciales.
- Agresividad: su impulsividad, la falta de autocontrol y los nervios que lo traicionan por excesiva emotividad lo tornan frecuentemente agresivo.
- Dificultades de relación social: su carácter nervioso, torpe e impulsivo le acarrea problemas de interacción con sus compañeros o con el entorno que le rodea.
- Coordinación visomotora pobre, por las causas que venimos exponiendo. Le suele faltar habilidad para escribir, dibujar, recortar o cualquier otra actividad relacionada con la psicomotricidad fina.
- Dificultades de aprendizaje, evidenciadas de modo especial en la lecto-escritura y el cálculo por su falta de concentración y su nerviosismo e inquietud constantes.
- Memoria lábil: olvida con facilidad las instrucciones que se le acaban de dar, ordinariamente porque se dispersa en otras acciones secundarias. Le desbordan los estímulos que le rodean. Cuando se le manda llevar a cabo alguna acción (un recado, por ejemplo), se distrae con el primer objeto que halla a su paso; en consecuencia, se le olvida qué iba a hacer.
- Tendencia al fracaso académico por baja autoestima. Se infravalora por culpa de sus frecuentes errores, producto de las circunstancias que venimos exponiendo. Ello le lleva a desanimarse en seguida y a creer que no es capaz de realizar lo que hacen los demás.
Causas
- Factores neurológicos, que alteran la conducta y el aprendizaje.
Las dificultades para atender, percibir y responder a los estímulos del entorno pueden aparecer cuando las células nerviosas se muestran incapaces de funcionar correctamente, a causa de desequilibrios bioquímicos en el cerebro o en el sistema nervioso en general.
Es decir, la conexión de las neuronas presenta ciertos trastornos que dificultan el control de los estímulos procedentes del exterior por vía sensorial.
También las encefalitis y los accidentes graves causan daños en el sistema nervioso central.
- Niños prematuros con bajo peso al nacer.
- Estrés psicológico de la madre durante el embarazo.
- Factores genéticos, entre ellos hermanos de niños con hiperactividad severa, o bien padres hiperactivos en su niñez.
- También las alergias originan irritabilidad y falta de atención.
Feingold admite que la hiperactividad de ciertos niños constituye una reacción alérgica a determinados alimentos con colorantes y conservantes.
En este caso, se aconseja consumir productos que no lleven aditivos ni salicilatos (almendras, cerezas, pepinos, fresas, té, tomates y alimentación dietética, amén de comidas naturales)El tipo de clima familiar favorece a veces la hiperactividad: estrés, inestabilidad emocional en los padres, historial familiar con enfermedades mentales, alcoholismo, determinados comportamientos histéricos o depresivos y trastornos de conducta, especialmente en la madre.
- Algunos especialistas, como Stewart, hablan de madres neuróticas, deprimidas, con escasa satisfacción matrimonial (génesis de frecuentes disputas conyugales), críticas e impositivas, que recurren a métodos de disciplina muy severos.
Dicho autor afirma que en ocasiones existe correlación entre niños hiperactivos, padres con tendencias alcohólicas y personalidades psicopáticas y madres histéricas.
Escalas de observación del niño hiperactivo
Incluimos a continuación dos cuestionarios que proporcionan a padres y profesores una serie de puntos de reflexión acerca de la conducta que manifiestan sus hijos en el campo que nos ocupa.
En ambos cuestionarios, una mayoría de ítems contestados afirmativamente apuntarán hacia un carácter hiperactivo.
CUESTIONARIO PARA PROFESORES (Conners)
1. Es inquieto; no para de moverse.
2. Hace ruidos inapropiados cuando no debería hacerlos.
3. Sus demandas deben satisfacerse de inmediato.
4. Es imprudente o descarado.
5. Tiene estallidos de cólera y su comportamiento es impredecible.
6. Es muy sensible a las críticas.
7. Tiene problemas para centrar la atención.
8. Molesta a otros niños.
9. Sueña despierto.
10. Tiene mal humor y pone malas caras.
11. Cambia de humor rápida y repentinamente.
12. Es pendenciero.
13. Tiene una actitud sumisa ante la autoridad.
14. Es inquieto; va siempre de un lado a otro.
15. Es excitable e impulsivo.
16. Plantea excesivas demandas de atención al profesorado.
17. Parece no ser aceptado por el grupo.
18. Parece ser dirigido fácilmente por los demás niños.
19. No respeta las reglas del juego.
20. Carece de cualidades para el liderazgo.
21. Tiene dificultades para acabar las tareas que empieza.
22. Es infantil e inmaduro.
23. Niega los errores que comete o culpa a otros.
24. No se lleva bien con los demás niños.
25. No coopera con sus compañeros.
26. Abandona fácilmente ante cualquier esfuerzo.
27. No coopera con sus profesores.
28. Tiene dificultades en el aprendizaje.
CUESTIONARIO PARA PADRES (Conners)
1. Necesita tocar y manosear las cosas.
2. Es descarado con los adultos; contesta y se enfrenta a ellos.
3. Tiene problemas para hacer o mantener amigos.
4. Es excitable e impulsivo.
5. Es dominante.
6. Chupa o mastica las cosas (dedos, ropa, mantas…).
7. Grita con facilidad.
8. Es resentido.
9. Sueña despierto.
10. Tiene dificultades en el aprendizaje.
11. Es inquieto; no para de moverse.
12. Es temeroso ante nuevas situaciones, gente o lugares que no conoce.
13. Es inquieto; va de un lado para otro.
14. Es destructivo.
15. Es mentiroso.
16. Es tímido.
17. Suele meterse en más problemas que los otros niños.
18. Tiene dificultades en el habla: habla infantil, tartamudez, comprensión lenta…
19. Niega los errores que comete o echa la culpa a los demás.
20. Es pendenciero.
21. Tiene mal humor y pone malas caras.
22. Comete pequeños robos.
23. Es desobediente, y si obedece es a regañadientes.
24. Se preocupa más que los otros niños (por estar solo, por las enfermedades o la muerte).
25. Tiene dificultades para acabar lo que ha comenzado.
26. Se siente fácilmente herido en sus sentimientos.
27. Intimida a los demás niños.
28. Persevera en sus actividades; es incapaz de detener una actividad repetitiva.
29. Es cruel.
30. Es infantil e inmaduro (busca ayuda sin cesar, está siempre en los brazos de su madre).
31. Tiene problemas para centrar su atención.
32. Tiene dolores de cabeza.
33. Tiene cambios rápidos y repentinos de humor.
34. No sigue las normas o retricciones.
35. Busca peleas con frecuencia.
36. No se lleva bien con sus hermanos o hermanas.
37. Abandona fácilmente ante cualquier esfuerzo.
38. Molesta a los otros niños.
39. Es un niño que se muestra poco feliz.
40. Tiene problemas con la comida (falta de apetito, come a deshoras).
41. Tiene dolores de estómago.
42. Tiene problemas con el sueño (insomnio, sonambulismo, se despierta a medianoche, se levanta muy temprano).
43. Otras dolencias.
44. Tiene vómitos y náuseas.
45. Se siente engañado en el círculo familiar.
46. Presume y fanfarronea.
48. Tiene problemas intestinales (diarreas, estreñimiento).
Intervención educativa
Se han propuesto muchos métodos de tipo psicológico y médico para corregir este trastorno del comportamiento infantil. Veamos algunos:
- Los neurólogos recurren con frecuencia a psicofármacos tales como el RITALIN; pero posee ciertas contraindicaciones: puede provocar trastornos del sueño y del apetito.
- Los psicólogos utilizan técnicas de modificación de conducta o de aprendizaje de habilidades sociales.
- La relajación, la psicoterapia u otras técnicas similares suelen dar buenos frutos, aunque a largo plazo, dado que la hiperactividad se reduce, pero no es fácil que desaparezca enseguida, al menos hasta que no se produce una adecuada maduración del sistema nervioso central.
- Algunos libros que abordan dicho trastorno recomiendan tomar dos tazas diarias de café mezclado con leche, dado que en tales niños los estimulantes producirían efectos contrarios a los habituales.
- Otros hablan de ingerir abundantes proteínas (carne, pescado, huevos, leche y sus derivados) durante períodos críticos del crecimiento para favorecer una nutrición cerebral correcta.
- Finalmente, la carencia de vitaminas (B3, B6, C) y minerales necesarios para el organismo afectaría negativamente a la atención, la concentración y el aprendizaje.
2. NIÑOS AGRESIVOS Y NERVIOSOS
La agresividad preocupa a padres y educadores tanto por sus consecuencias negativas como por la dificultad de autocontrolarse por parte del niño.
Implica una reacción hostil contra el entorno, las personas, las cosas o contra sí mismo.
El niño agresivo busca imponer su voluntad por encima de todo. Cree tener siempre la razón.
En el entorno familiar suele mostrarse más alterado que en el colegio, porque en dicha institución se le demanda de modo más estricto un comportamiento correcto.
En casa reacciona con cólera ante normas y prohibiciones que le desagradan. Si además se ve marginado en el hogar o excesivamente controlado, obra de manera más brusca.
Manning entiende que las rabietas de los bebés responden a frustraciones de sus deseos y no se dirigen contra otro, cosa que sucedería hacia los dos años de vida.
Feshbach distingue entre niños que recurren a la agresividad para alcanzar determinados objetivos y controlar el entorno en que se mueven, y niños que la utilizan como fin en sí mismo («hacer daño por hacer daño»).
En el primer caso se trata de estrategias conductuales inadecuadas, que deben ser sustituidas por otras socialmente aceptables; en el segundo, no existe una clara relación entre agresividad y objetivo perseguido, en tanto que tales conductas se muestran más estables y resistentes a la intervención psicológica.
Causas
- Entre las causas desencadenantes de conductas agresivas, se hallan los ambientes familiares problemáticos, que generan rechazo afectivo, insensibilidad ante las necesidades básicas infantiles y falta de control paterno, el cual degenera en una excesiva permisividad o en un autoritarismo impositivo y ajeno al diálogo. También las alergias y el estrés infantil.
- Lo mismo sucede con las posturas demasiado permisivas o autoritarias en el entorno educativo, que condicionan un nivel equilibrado de aprobación y afecto.
Cuando la escuela parte de presupuestos de igualdad en intereses, capacidades, posibilidades y necesidades por parte de los alumnos y los educa en la competencia y en el individualismo, está engendrando frustración, inseguridad, ansiedad, rechazo y agresividad, inadaptación escolar y conductas antisociales.
- El comportamiento violento se traduce en acciones contra los demás: peleas, golpes, zancadillas, patadas, insultos…, amén de otros comportamientos autoagresivos: desvalorización de uno mismo, complejo de inferioridad, autodestrucción…
- Los medios de comunicación (televisión, cine. Internet…) actúan como modelos de conductas agresivas a través de dibujos animados y películas violentas, que son imitadas por los niños, quienes introyectan los valores (en este caso negativos) de sus héroes favoritos.
- Algunos autores, como el Dr. Faustino Díaz, hablan de factores hereditarios basándose en estudios realizados en Dinamarca con gemelos fichados por la policía, a raíz de ciertos delitos cometidos (en total, ochocientas parejas; de ellas, 467 delincuentes).
Cuando se trataba de gemelos monocigóticos, los dos estaban implicados en actos delictivos en un 35% de los casos; si eran dicigóticos, la proporción descendía a un 13%.
Otro estudio llevado a cabo con niños adoptivos refleja que, en caso de delincuencia, su comportamiento se asemeja en un elevado porcentaje al del padre biológico, frente al del padre adoptivo.
Así pues, cabría concluir que ciertos individuos se hallan más predispuestos que otros hacia la delincuencia, debido a su carga genética.
- Todo comportamiento hunde sus raíces en factores biológicos, como demuestra Eysenck en su obra: Fundamentos biológicos de la personalidad. Los médicos hablan de la importancia del sistema neuro-endocrino-hipofisiario.
- Otros estudios realizados con roedores precisan que la estimulación o ablación de estructuras encefálicas influye directamente en la manifestación o ausencia de conductas agresivas.
- Asimismo, se ha observado en niños huérfanos una mayor correlación con pautas agresivas que en el caso de niños no huérfanos.
- La ausencia de normas educativas en el hogar predispone a la violencia, por falta de límites entre lo tolerable y lo no tolerable.
- Los niños que emplean un lenguaje grosero, suelen evidenciar conductas más agresivas.
- En el adolescente, la violencia adquiere a veces tintes de prestigio y recurso de autoafirmación y autonomía personal.
- Los niños pasan demasiadas horas frente al televisor o con el móvil o las videoconsolas. Abundan las escenas de violencia (tiros, golpes, agresiones, insultos)…
- Las proyecciones que ofrecen mayor índice de agresividad son los dibujos animados, justamente uno de los temas de mayor atracción para los pequeños. Cuanta más violencia se les procura, tanto más disfrutan.
- De este modo introyectan pautas de comportamiento agresivo de forma casi inconsciente.
- La violencia llega a parecer algo normal y natural, y se asimila tanto a nivel de lenguaje como de actitudes.
- La televisión constituye una de las mayores fuentes de agresividad actualmente existentes, a tenor de los numerosos estudios llevados a cabo sobre dicho medio de comunicación social.
Intervención educativa
- Se impone una modificación profundamente antiviolenta del ambiente familiar, escolar y social: padres y profesores han de convertirse en modelos dignos de imitación.
- Se precisa igualmente un refuerzo permanente y positivo de conductas aceptables, entrenamiento en habilidades sociales, contratos de modificación de conducta, ejercicios de relajación, autoinstrucciones: «Si pego a mis compañeros, me van a rechazar. Deseo tener amigos y llevarme bien con todos. Voy a contar hasta cinco antes de responder agresivamente. Mientras cuento, me alejaré de quien me provoca».
- Los niños deben realizar, pues, conductas incompatibles con la agresividad externa. Toda consecuencia inadecuada (elogio o aplauso) de una conducta agresiva la refuerza.
- los padres deben mostrarse firmes ante conductas que perturben la convivencia familiar, pero no a base de gritos, castigos y autoritarismos. Unos minutos en el pasillo, o castigos oportunos y graduados según cada situación, serán bazas posteriores al refuerzo positivo de conductas tranquilas, a contratos de modificación de conducta, a cambios serios en nuestro comportamiento con el niño, a diálogos serenos y compromisos adquiridos por el mismo.
- Los poderes públicos deben controlar los contenidos de los programas televisivos (especialmente de los dibujos animados y de las películas), así como los mensajes publicitarios destinados a niños y adolescentes, en los que subyace a menudo una fuerte dosis de violencia e intolerancia, competitividad y desprecio del débil.
- Las videoconsolas llenan el ocio infantil con programas agresivos: peleas, muertes, persecuciones, venganzas… No menos sucede con determinados contenidos de Internet.
- El maltrato infantil y adolescente dentro de ciertos hogares violentos y desestructurados conlleva un cierto sufrimiento cotidiano por parte de algunos niños, víctimas de tales circunstancias.
- Es preciso conocer los indicadores de riesgo de maltrato infantil y juvenil para poder prevenirlo y, en su caso, neutralizarlo: «mal aspecto físico, ropa inadecuada, problemas de relación social, asistencia irregular al centro educativo, señales de abuso físico…» (Equipos de Prevención del Maltrato Infantil y Juvenil).
- La escuela debe jugar un papel destacado en la detección de tan graves situaciones (torturas, discriminación, explotación…) y en la posterior intervención educativa a través de los recursos del entorno: diagnóstico y, en su caso, tratamiento médico, intervención psicológica y social desde los Equipos Psicopedagógicos o los Servicios Sociales de los Ayuntamientos respectivos, actuación policial…
- El profesor que observa al niño en sus juegos y en su trabajo escolar, en su aspecto físico y en sus aptitudes, reconoce más o menos pronto los indicadores de riesgo citados anteriormente.
- Los centros educativos poseen otros medios a su alcance: entrevistas y reuniones con los padres, charlas formativas, programas de desarrollo de pautas de autonomía y socialización, tolerancia y respeto mutuos; refuerzo de la propia autoestima…
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