He aquí algunos puntos de reflexión para potenciarlos:
- Quien no se estima a sí mismo, mal puede estimar a los demás. Si estamos en paz y a gusto con nosotros mismos, lo estaremos con los demás.
- No debemos culparnos innecesariamente. La culpa traumatiza; los errores se corrigen. Y los traumas bloquean la personalidad y le impiden su desarrollo armónico.
- Cuidemos nuestras expresiones. No es lo mismo decir: «Qué tontería acabo de hacer», que: «Qué tonto soy». Tonterías las cometemos todos los seres humanos, pero no todos nos consideramos tontos.
- Empleemos siempre un lenguaje positivo: en vez de «Nunca lo conseguiré», «No valgo para nada», «Todo me sale mal», «Soy un desastre», mejor: «Lo puedo conseguir», «Valgo tanto como los demás», «Hay cosas que no me salen bien, pero otras sí»…
- Observemos nuestras cualidades positivas, y no sólo las negativas. Para ello, hagamos una relación de virtudes y defectos, obligándonos a escribir al menos tantos aspectos positivos como negativos. Veremos que no resulta nada fácil.
- El gran antídoto contra la depresión lo constituye el optimismo, el estar alegre, la autoestima, el aprender a relajarnos física y mentalmente, la sugestión positiva, el deporte y la vida sana.
- No puede transmitir optimismo el pesimista, ni felicidad el infeliz, ni seguridad el inseguro, ni confianza el desconfiado, ni éxito el fracasado.
- Todos tenemos una misión que cumplir en este mundo. Todos somos valiosos y útiles. Si hemos venido aquí, es por algo. De lo contrario, no estaríamos donde estamos. La Naturaleza asigna un papel a todos los seres vivientes. De cada uno depende empobrecerlo o enriquecerlo.
- Los fracasos en la escuela y en la vida son el producto de la falta de confianza en nosotros mismos, a causa de una educación errónea, que sólo insiste en los defectos y omite las virtudes, dándolas por supuestas.
- Juzguemos a los demás positivamente. Veamos lo bueno que anida en cualquier ser humano, aunque no siempre resulte perceptible a primera vista, aunque muchos se empeñen en mostrarnos su peor cara. Mostrémonos optimistas frente a los sinsabores de la vida.
- La mala suerte, el azar, la casualidad, no existen. Los fabricamos nosotros mismos. El esfuerzo, el optimismo y la confianza en nuestras posibilidades acaban con la supuesta mala suerte. ¿Acaso somos producto del destino? ¿Nacemos predestina-dos? Cada cual se labra su propio futuro, cada uno es hijo de sus obras, buenas o malas, correctas o incorrectas. Nadie está predestinado a nada. La resignación, de nada sirve. Es tanto como reconocer el propio fracaso y permanecer a gusto en él.
- No nos sobreestimemos, pero tampoco nos infravaloremos. Todo tiene su justo medio. Cada uno lleva dentro vicios y virtudes, capacidades y limitaciones. Veámonos y aceptémonos como somos.
- Los celos generan infelicidad, desasosiego, desequilibrio afectivo, inseguridad, complejo de culpabilidad, tensiones y agresividad. Los celos nacen de un egocentrismo exacerbado. Debemos combatirlos con la comprensión, el cariño y la sensatez.
- Desterremos la superprotección, el autoritarismo y la marginación. Generan agresividad, culpabilidad, dependencia, inseguridad, rebeldía…
- No te lamentes de cómo eres. Trabaja por ser como quieres ser. Todo es perfectible, mejorable. «Soy como soy y nadie puede cambiarme». Tú eres el primero que no quiere cambiar, porque es más cómodo lamentarse que ponerse manos a la obra.
- Desdramatiza la vida. «Si lo que te preocupa no tiene solución, ¿por qué te angustias? Y si la tiene, no te deprimas», reza el proverbio chino. No vayas de actor trágico por este mundo. Sé observador más que intérprete. Este planeta tiene mucho de Valle de Lágrimas, pero también de Paraíso. Según el tipo de cristales con que lo miremos, así lo veremos. Ni todo es desastroso ni todo es perfecto.
- «Obras son amores, y no buenas razones». No basta proponerse algo. Hay que llevarlo a la práctica. Debe existir congruencia entre nuestras palabras y nuestras acciones. Las palabras se las lleva el viento; las obras permanecen.
- Jerarquicemos nuestras propias necesidades. La Naturaleza nos ha dotado de un instinto de conservación como individuos y como especie, base de las necesidades materiales, imprescindible para nuestra propia supervivencia, pero también necesitamos evolucionar como personas en distintos niveles y dentro de la sociedad de la que formamos parte: psicológico, cultural y social.
- Cuando algo sale mal, no culpemos al destino. Analicemos las causas y busquemos posibles soluciones.
- El miedo es el enemigo más peligroso del ser humano, porque le impide obrar con soltura e inhibe su conducta. El miedo ata las manos, bloquea afectivamente, encoge el corazón, exagera el peligro, aboca a la imprudencia y aleja del éxito.
- Exigirse por encima de las propias posibilidades conduce a la frustración, a la depresión y al estrés, a veces por falta de autoconocimiento, a veces por sobrevaloración, a veces por soberbia, por no querer ser menos que los demás. Cada uno tiene sus límites. Nadie es omnipotente. Una cosa es aspirar a metas cada vez más elevadas, siempre dentro de las propias posibilidades, y otra creernos supermanes.
- Sitúate por encima de tus propios temores. Visualízate convirtiéndolos en seres pequeños y débiles que huyen atemorizados. Los niños pueden acabar con sus «monstruos» tocándolos con su varita mágica y tornándolos asustadizos ratoncillos perseguidos por el gato de nuestro espíritu animoso. Muchos temores nos atenazan porque los transformamos en gigantes todopoderosos. Veámoslos cual castillos de arena que se desmoronan al reducirlos a sus justos límites.
- Construyamos nuestra propia personalidad sin dependencias ajenas. No la hagamos prisionera de juicios ajenos ni nos dejemos dominar por quienes desean atarnos a su yugo. De prudentes es escuchar opiniones ajenas, pero de imprudentes depender exclusivamente de ellas. No seamos marionetas movidas por el viento de la eterna indecisión. Cultivemos la independencia y la autonomía, tomemos nuestras propias decisiones.
- El éxito es el padre de la autoestima. Todos hacemos bien unas cosas y no tan bien otras. Cada uno tiene sus habilidades y sus limitaciones, su ritmo de trabajo y sus preferencias. Todos podemos llegar a la meta antes o después. «Lo importante no es llegar el primero, lo importante es llegar», reza una canción mexicana.
- La alabanza y el elogio sinceros estimulan y motivan hacia la realización de una tarea con mayor dosis de optimismo. Afrontar los propios retos sin ansiedad facilita el éxito.
- La autoestima debe fundamentarse sobre:
- El conocimiento de uno mismo y de sus posibilidades.
- La aceptación de nosotros mismos tal como somos.
- La responsabilidad y la fuerza de voluntad.
- La consideración de que todo es relativo en el Universo. Por tanto, no busquemos verdades absolutas ni cimientos inconmovibles.
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